Stella matutina

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Vivimos tiempos en que la velocidad es la seña de identidad, cosa hasta cierto punto comprensible pues las tecnologías ahora avanzan que es una barbaridad, pues cada dos por tres hay algo nuevo que deja obsoleto a lo que sólo hace tres meses era el último grito.

Naturalmente, eso tiene sus sombras, porque nos hace no sólo aún más dependientes de las máquinas (las cuales, como todo instrumento, acaban estropeándose) sino mucho más ansiosos, pues parece imposible que no se pueda estar todo el día pendiente de la pantallita correspondiente.

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Pero de vez en cuando tenemos alguna muestra de que lo bueno se hace esperar, frase hecha que ya está quedando obsoleta para las nuevas generaciones. El trabajo bien hecho, minucioso y riguroso requiere tiempo para ser realizado y presentado en condiciones, y es entonces cuando por unos momentos mágicos, volvemos a quedar embobados ante la maravilla que se presenta ante nuestros ojos, y admiramos la pericia del artesano que ha estado mucho tiempo dedicándose a lo mismo para dejarlo inmaculado.

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En Tarragona sabemos que ha valido la pena esperar, pues tras dos años de obras de restauración, por fin se ha vuelto a abrir la catedral, el templo por excelencia entre cuyas paredes rezuma el resumen de nuestros 2.000 años de historia, que alberga desde muros romanos a increíbles muestras del románico europeo, de lo gótico a lo moderno. Dos años de limpieza minuciosa, de redescubrimiento de los colores originales, de una increíble policromía que la hace brillar más que nunca, además de excavaciones arqueológicas que han permitido saber mucho más del templo de culto imperial que había en ese espacio de nuestra Tarraco cuando las águilas de Roma abrevaban desde el Atlántico al Golfo Pérsico, y del Mar del Norte al Mediterráneo.

Y para rematar una obra que nos deja atónitos ante los colores recuperados, se ha inaugurado una exposición en la capilla de la Inmaculada sobre retablos góticos dedicados a la Virgen, Stella Matutina, por la comparación hecha por Juan Pablo II entre Santa María la Noche de Navidad y el Lucero del Alba. Unas obras espléndidas que pertenecen a los fondos del Museo Diocesano de Tarragona y que ahora y hasta febrero de 2013, de nuevo y junto a la catedral, vuelven a brillar con luz propia. Como el Lucero del Alba.

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