Allá por 1999, a mitades de mayo, y a resultas de la buena voluntad y perseverancia de unos cuantos ciudadanos interesados en nuestra historia, se instalaron unas casetas en la Plaça del Rei donde se vendían libros de temática romana, así como una pequeña taberna donde se podía degustar una tapa con alguna receta de hace dos mil años, aunque todo había comenzado el año anterior con una oferta gastronómica nueva en la ciudad: Tarraco a Taula, donde algunos restaurantes ofrecían menús con recetas que podría haber degustado el mismo Cicerón, recogidas gracias a Marco Gavio Apicio, un bon vivant que vivió entre los reinados de Augusto y Tiberio y que legó a la posteridad un libro de recetas, De re cocquinaria, aunque probablemente no fuera él el autor sino el compilador.
Desde entonces, cada año esta modesta aportación al conocimiento de la Antigüedad en general y de nuestro pasado clásico en particular ha ido creciendo tanto en espacios expositivos como en importancia por su rigor a la hora de reconstruir la vida cotidiana en todas sus facetas de hace dos milenios, pues no es una feria al uso sino lo que los anglosajones llaman re-enactment, es decir, devolver a la vida aspectos del pasado tal cual deberían haber sido, fueran tácticas militares, uniformes, vestidos, objetos de tocador, juguetes o comida con los mismos materiales y a tamaño real.
Catorce años después, lo que empezó con buena voluntad y pocos días se ha convertido en Tarraco Viva, el festival por antonomasia de reconstrucción histórica en los que durante diez días realizamos actividades para todos los gustos: visitas a yacimientos arqueológicos (en 2012, la novedad son las excavaciones de las Escaleras del Vapor), rutas literarias, conferencias, presentaciones de libros, proyección de documentales y, naturalmente, el plato estrella: la reconstrucción propiamente dicha. La Legio VII Gemina muestra las tácticas militares y los uniformes del Alto Imperio, la Legio I Germanica hace otro tanto de los siglos finales de Roma, los italianos Ars Dimicandi reconstruyen las luchas de gladiadores en el anfiteatro, y asociaciones de vida civil como Thaleia ofrecen representaciones de la vida cotidiana como las artes médicas, la música o un paseo por el mundo de la prostitución.
Catorce años creciendo y haciéndose un hueco, con una respuesta positiva tanto del público como de los participantes, un proyecto que atrae turismo y nos coloca en una buena posición en lo que los antiguos llamaban “instruir deleitando”, mostrando un pasado a la vez que la audiencia se divierte. La situación actual de crisis económica no ayuda precisamente puesto que pende la espada de Damocles de recortes que puedan afectar negativamente el festival (el cual, no lo olvidemos, redunda en beneficio de Tarragona por el turismo que atrae y el renombre que otorga), así como algún comentario jocoso de algún periodista que lo compara con “Els pastorets” a pesar de que el susodicho periodista nunca nos ha visitado durante las jornadas de reconstrucción.
No podemos competir, en muchos sentidos, con Roma u otros sitios donde el legado imperial es impresionante. Pero sí podemos situarnos como los que mejor sabemos explicar nuestra historia, que también lo es del Mediterráneo. La enhorabuena a los organizadores y participantes por su perseverancia y su profesionalidad, así como a todos los que hacen posible Tarraco Viva.